Nadie pudo evitar su muerte. Juan Carlos Villamizar Botía, de 28 años, fue atacado a bala por desconocidos en un sitio apartado, de difícil acceso y donde, al mediodía de ayer, pocas personas transitaban.
Su cuerpo quedó tendido, boca arriba, en una trocha de la vereda El Dave, del municipio metropolitano de Puerto Santander, por donde diariamente se mueve el imparable contrabando de combustibles.
¿Cuántas personas participaron en el crimen? ¿Cómo huyeron? ¿Cuáles eran las características físicas de los agresores? Estas incógnitas y muchas otras, por ahora, no han tenido respuesta. Transeúntes y trabajadores de fincas cercanas se abstuvieron de entregar declaraciones y, además, negaron haber visto algún movimiento extraño de personas.
Sin embargo, por la forma como fue encontrada la escena del homicidio, investigadores presumen que los agresores obligaron a la víctima a detener su motocicleta, en la que transportaba seis pimpinas con combustible.
La moto, de marca venezolana y sin placas, fue encontrada en una orilla de la vía y cerca del cadáver. En medio del cuerpo y del vehículo se halló una pimpina.
La otra hipótesis del caso sugiere que Villamizar Botía se detuvo para dialogar con algún conocido, quien, tras sostener un corto diálogo, le propinó al menos dos disparos en la cabeza. En el suelo quedaron dos vainillas.
El pistolero, y sus posibles cómplices, habrían avanzado por la trocha con dirección a territorio venezolano.
Parientes del occiso dijeron desconocer amenazas en su contra y la existencia de problemas con alguna persona.
“Salía a trabajar a las 5 de la mañana y regresaba al mediodía. Lo que hacía era transportar ACPM. Efectuaba tres viajes por día. El combustible lo vendía a los dueños de fincas que tienen máquinas para el cultivo de arroz”, dijeron sus allegados.
El martes, en el casco urbano de Puerto Santander, fue asesinado un hombre. El ataque a bala se registró cuando permanecía en un establecimiento público. Por el crimen, fue capturado un joven.
Cortesía La Opinión
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