Periodistas, camarógrafos,
fotógrafos y personal técnico que trabaja para diferentes medios de
comunicación locales, nacionales, e incluso internacionales, han visto
entorpecido el desempeño de sus actividades de reportería, debido a las fuertes
restricciones impuestas por los entes militares en la zonas afectadas por el
Decreto de Excepción decretado en 6 municipios fronterizos de Venezuela.
Es cierto –hay que
decirlo-, los primeros días de la aplicación de la medida excepcional, los
organismos oficiales, e incluso los militares, destinaron vehículos especiales
para el traslado de los medios de comunicación a la zona, y las declaraciones
de los personeros gubernamentales se producían una detrás de la otra, sin
apenas tiempo para hacerles seguimiento informativo.
Sin embargo, en la medida
en que fueron pasando los días, y las declaraciones oficiales comenzaron a dar
paso en los medios de comunicación, a los testimonios de la situación social y
económica generada en la zona, la paciencia gubernamental para con el trabajo
de la prensa, comenzó a agotarse rápidamente.
No faltaron “colegas” de
fuentes gubernamentales que comenzaran a señalar a las autoridades, a los
periodistas que publicaban informaciones “incómodas” y rápidamente a los
corresponsales de los medios internacionales (principalmente) y canales
privados de cobertura nacional en Venezuela, comenzó a tildárseles con
calificativos como “escuálidos”, “imperialistas” y en el peor de los casos
“antirevolucionarios”.
Así las cosas, las
restricciones no se hicieron esperar. El pasado lunes, la reportera del canal
Globovisión fue “retirada” de la zona en donde se estaban practicando desalojos
de familias colombianas y demolición de viviendas, mientras se dio la orden de
borrar el material de grabación de sus cámaras, lo cual finalmente no se
concretó.
El martes, dos periodistas
y un fotógrafo de la Agencia Reuters fueron detenidos por algunas horas y
posteriormente liberados. Su delito fue realizar entrevistas y registros
fotográficos de los colombianos que estaban siendo desalojados y deportados.
Al transcurrir la semana,
la severidad de las autoridades militares se acentuó al punto de no permitir
entrevistas periodísticas en las calles y/o comercios de San Antonio; varios
equipos reporteriles, incluido el de La Opinión, han sido retirados de forma
brusca de los alrededores de la Aduana Principal de San Antonio del Táchira,
donde se realiza el registro de los deportados.
El acceso a las zonas
intervenidas ha sido cerrado totalmente, los vehículos de prensa son parados y
revisados de forma reiterada mientras circulan por las calles de San Antonio
del Táchira; los equipos de prensa son “retirados” de los comercios donde las
personas se aglomeran con la esperanza de comprar artículos de primera
necesidad.
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