El noviazgo que Omaira
Vanegas Rojas sostuvo con Ricardo Ascanio López terminó de forma inesperada,
abrupta y reprochable. En ella, quedaron
las cicatrices y secuelas de un amante irracional, quien deberá purgar los
próximos 24 años en una prisión por cuenta de sus desmedidos celos.
Todo comenzó la mañana del
23 de octubre de 2010, luego de que Omaira llegara al terminal del municipio de
Ábrego, procedente de Medellín. Viajó 622 kilómetros por tierra para
encontrarse con Ricardo, con quien cumplían siete meses de relación, tras
conocerse por azares del destino.
La idea era aprovechar
ocho días de vacaciones y recuperar el
tiempo que la distancia les impedía disfrutar de su amor, aunque Ricardo
también acortaba días visitándola en la capital antioqueña. Sin embargo, del
amor al odio solo pasaron unas horas.
El siguiente es el relato
que Omaira describió, detalladamente, ante la Fiscalía sobre lo que sucedió
luego de que se bajara del bus que la trajo a Norte de Santander.
“Desde que llegué Ricardo
se mostró indiferente. La tarde del día siguiente, asistí a la misa de domingo
y al regresar a la casa encontré las luces apagadas (…) al entrar estaba
disgustado, me golpeó en la cara y me arrastró a la cama, donde me amarró a los
extremos de manos y piernas. Me tapó la boca con unas medias y le subió el
volumen al equipo de sonido”.
Pero, lo peor estaba por
venir
“Enseguida, calentó una
plancha y me la puso en el pómulo izquierdo, en el seno derecho, en el abdomen,
en la vagina y en las piernas. Hablaba de infidelidad y que le iba a pagar
todas las que le debía, sin saber a qué se refería”.
En los expedientes de la
Fiscalía se describe cómo seguidamente Ricardo le cosió parte de la vagina y en
un acto desequilibrado de excitación tuvo relaciones con ella en contra de su
voluntad.
“Al día siguiente me dejó
encerrada. Él se fue de la casa, permaneciendo por fuera todo el día. Cuando
regresó trajo unas hierbas y pastillas para calmarme el dolor. A los ruegos de
que me dejara regresar a Medellín me contestaba que no lo haría hasta que se
cumplieran los días de mis vacaciones que terminaban el 31 de octubre (...) y
así lo hizo”.
Tras permanecer encerrada,
amarrada y envuelta en miedo por ocho días, Omaira, de 37 años, finalmente
regresó desilusionada, consternada y humillada
a Medellín, bajo la amenaza de que no contara lo sucedido o Ricardo le
haría daño a ella o a su familia.
La captura
Pero, el silencio duró
poco. Omaira no aguantó el sentimiento de dolor que la carcomía por dentro y se
desahogó con una amiga, quien le aconsejó y la convenció para que le contara lo
sucedido a las autoridades y valoraran sus heridas en Medicina Legal.
Ricardo Ascanio López fue
capturado el 13 de noviembre de 2011, cuando salía de la casa de un familiar en
el barrio Santa Bárbara, de Ábrego, por orden del Juzgado Primero Penal
Municipal de Ocaña.
La Fiscalía le imputó los
delitos de secuestro simple, tortura y acceso carnal violento, pero no aceptó
dichos cargos y se declaró inocente. Por la gravedad de los delitos, el caso
pasó a manos de un juzgado especial de Cúcuta.
Durante varios meses y en
desarrollo del juicio, que se aplazó en varias ocasiones y por diversas razones
de las partes, el ente investigador recolectó los testimonios de los médicos
legistas y un sicólogo de Medicina Legal que valoraron a Omaira en Medellín.
Los profesionales
coincidieron en corroborar las imborrables cicatrices que dejaron las
quemaduras de la plancha en su piel sumado a los miedos, temores, angustias,
sueños, pesadillas, desafectos y trastornos a nivel sexual que quedaron en
ella.
El ente investigador
también llevó a juicio el testimonio de Omaira y de la amiga, a quien le contó
de la tragedia en que se convirtieron sus vacaciones.
La defensa
Aunque la defensa de
Ricardo Ascanio trató de degradar los delitos y demostrar que el agresor
padecía de un trastorno mental, argumentado en el suicidio de su padre y la
muerte de dos compañeros cuando prestó el servicio militar, fue finalmente una
siquiatra quien describió la real condición del acusado.
“Ricardo Ascanio sufre un trastorno afectivo bipolar, pero es
controlable siempre y cuando se encuentre en tratamiento médico y con un
adecuado medicamento, puede trabajar y llevar una vida normal (…) quiere decir
que puede tener una familia, actuar socialmente, defenderse económicamente, sin
hacerle daño a la sociedad”, señaló la siquiatra ante el estrado.
Escuchadas las partes, el
juzgado resolvió que la sentencia sería de carácter condenatorio en contra de
Ricardo Ascanio y esta semana lo sentenció sin beneficios de casa por cárcel o
suspensión condicional de la ejecución de la pena. Además, deberá pagar una
multa de 2.466 salarios mínimos legales mensuales vigentes a favor del Estado.
“Ricardo Ascanio tenía y
tiene conciencia y memoria de lo que ocurrió, así como de la ilicitud de sus
actos. No queda duda de que hubo preordenamiento para la comisión de los hechos
y que se preparó mental, sicológica, física y materialmente para cometerlos (…)
la solicitud de la defensa no es viable por lo que el despacho se aparta
respetuosamente de sus planteamientos al no haberse desvirtuado los argumentos
de la Fiscalía”, señaló el juzgado en la sentencia.
Dicha decisión fue apelada
por la defensa de Ricardo Ascanio y ahora, en segunda instancia, será el
Tribunal Superior de Cúcuta que decida ratificarla, modificarla o rechazarla.