jueves, 5 de febrero de 2015

San Antonio y Ureña parecen un suburbio de Cúcuta

El emporio comercial de San Antonio y el potencial industrial de Ureña, al parecer desaparecieron de la noche a la mañana. Aquella bonanza que generaban compradores colombianos en calles de estas dos ciudades fronterizas, en la década de los 90, solo está en el recuerdo de sanatonienses y ureñenses. En la actualidad, el comercio luce “apagado”, con pocos visitantes, y el bullicio de la industria textil, tabacalera, carrocera, también se ha convertido en una quimera.

Para la población, lo que abunda son las colas para adquirir productos de primera necesidad, y en las estaciones de servicio sobran los motorizados, amontonados luego en las cabeceras de las aduanas, intentando salir para llevar gasolina a territorio colombiano. Lejos está volver al progreso de antes.

“La realidad hay que vivirla”

En pleno centro de San Antonio estaba el dirigente empresarial José Rozo, amplio conocedor de las dos épocas, en que se puede dividir la frontera: cuando se pagaban 16 pesos por un bolívar, y la actualidad, cuando se pagan 0,13 pesos por un bolívar.
La frontera nunca había llegado a un estado de calamidad social y económica. Es duro decirlo, pero este Gobierno ha sido ruinoso para el eje San Antonio-Ureña. El empobrecimiento, la informalidad y el subempleo, la pérdida de los valores y demás, (…) es alarmante. La zona parece un suburbio de Cúcuta. La escasez ronda por todas partes”.

Confundido con el pueblo en la populosa esquina del “Químico”, Rozo afirma que:  “escasean el agua potable, los alimentos, medicinas, repuestos, materias primas, la mano de obra calificada; falla la luz, la infraestructura del hospital está mejor que los suministros e insumos hospitalarios; no hay pan porque no hay harina, las panaderías a veces traen la harina de Colombia, y también el azúcar, pues el otrora próspero Central Azucarero del Táchira, desde que lo tomó el Gobierno, escasamente tiene para la nómina”.

Su relato es descarnado: “si quieres saber la verdad…bueno, aquí abunda la basura porque los camiones recolectores, por falta de repuestos, están para botarlos también; pero el gobernador, según dicen las alcaldías, tiene una flota de camiones nuevos guardados desde hace meses y no le ha dado la gana de entregarlos a los municipios; tampoco les aprueban las divisas para importarlos; mientras tanto la población se hunde en la inmundicia, en una clara violación de sus derechos humanos”.

Precios antes del cierre de la frontera

José Rozo sostiene que en la frontera acabaron con el empleo y la movilidad de los ciudadanos. “Tampoco hay cemento y, por ende, no hay construcciones, afectando el empleo; los que construyen tienen que traer el cemento de Cúcuta, a 1.500 bolívares. En materia de vialidad, lo que hace el Gobierno es remendar las saturadas vías”.

“Los efectos del cierre de la frontera agudizaron las necesidades, el valor del bolívar antes del cierre era de 0.020, hoy es de 0.014. El del cartón de huevos, antes del cierre era de 180 bolívares, y hoy está por encima de los 300; la harina precocida antes del cierre estaba en 30 bolívares, hoy puede costar más de 40. El jabón para lavar platos cuesta 140 bolívares, y el aceite de comer puede costar hasta 200 bolívares; un rollo de papel higiénico cuesta 80 bolívares, porque es colombiano, pues el nacional, al igual que los pañales y el jabón, brillan por su ausencia en la zona, porque a pesar de estar cerrada frontera, con restricciones  y la militarización, se encuentran a manos llenas al otro lado del puente”.


—Un almuerzo pasó de 180 a 300 bolívares. La carestía es por la casi prohibición de traer productos a la zona, pues distribuidores en San Cristóbal temen facturar en la frontera porque están amenazados por los controladores del Gobierno opresor, y si venden, lo hacen sin factura.  El rompimiento de las relaciones económicas con Colombia, que además cortó el flujo normal de suministros vía importaciones de ese país, redujo al cincuenta por ciento la producción a los sectores manufactureros. El desmoronamiento del poder adquisitivo de los sueldos y salarios, y la caída del valor de nuestra moneda ante el peso colombiano, producto de erradas políticas económicas, fiscales, monetarias y cambiarias, acabaron con el empleo formal; ahora les resulta a los trabajadores más rentable vivir del “lleva y trae”, generándose con ello la deserción laboral -afirmó el conocido empresario-.

De La Nación para Sucesos

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