sábado, 21 de febrero de 2015

De troles, poder y periodismo, en Colombia se enciende una guerra virtual cada minuto

Mientras en otras latitudes las redes han servido para alertar sobre la violencia por ejemplo de Boko Haram, movilizar a la gente como lo hicieron en el caso Ferguson en Estados Unidos o denunciar los atropellos en Venezuela y revelar la angustia de la sociedad argentina ante el caso Nisman, en Colombia se enciende una guerra virtual cada minuto y los medios de comunicación terminamos por trasladarla sin filtro ético a nuestras audiencias.
En vez de aprovechar las conversaciones entre ciudadanos sin fronteras que se escriben a diario a través de twitter para contar historias y entre otras, movilizar solidaridades y exigir responsabilidades, estamos sumergidos en la cloaca de peleas políticas, invalidando opositores con bajezas, deformando políticas públicas que requieren los sectores menos favorecidos y dividiendo a la sociedad en bandos y sub-bandos de los que se alimenta la polarización que conviene al proyecto casi siempre desestabilizador de alguien.
Las redes sociales son usadas en el mundo por líderes de todas las características para articular sus discursos. En el caso colombiano hay un sector que le apuesta cada vez más al discurso guerrerista que muestra un liderazgo político muy pobre y revela asimismo un desorden compulsivo por la permanencia en el poder.
Esta situación le plantea al periodismo hacer un alto en el camino: el twitter es una herramienta, un medio, y no una fuente. Muchos políticos han resuelto trasladar a las redes sus opiniones y debates. Problema de ellos si quieren volver el ejercicio de la política cada vez más miserable. Para nosotros, los responsables de la información, el reto es otro.
En una sola semana pueden aparecer en las redes y especialmente en twitter insultos, reclamos y humillaciones entre congresistas, expresidentes y funcionarios que se refugian en sus trinos para no dar la cara o evitar la confrontación pública de sus argumentos. Una senadora gay le dice a otra cristiana que tiene una hija homosexual para descalificar su propuesta de un referendo para que la gente se pronuncie sobre la adopción por parte de parejas homosexuales. Otro le reclama por robo o plagio a un funcionario. Un columnista de derecha ironiza con el dolor que le produjo a un parlamentario de izquierda la muerte de su hijo, para citar los últimos casos.
Allí, en las redes, donde en buena hora muchos pueden expresar con mayor libertad sus opiniones sobre religión, patria, identidad y sexualidad, los temas que más pasiones generan en la condición humana, y principalmente donde las audiencias recuperaron su capacidad para debatir entre ellos e incluso corregirnos a nosotros los otrora dueños de la información, también en las redes hay un porcentaje muy grande que literalmente vomita su odio contra los otros.
El periodista no debe poner su agenda en los trending topics
Son tuiteros con nombres propios que crean en torno a sus opiniones ejércitos de francotiradores anónimos, troles, para validar sus posiciones como ha hecho recientemente el Gobierno de Rafael Correa en Ecuador con Somos+ reclutando adeptos en contra de los memes que lo ridiculizan.
El caso más notorio en Colombia es el del expresidente Alvaro Uribe quien ha montado toda su oposición desde twitter donde no es posible la confirmación plena de nada. Hace una utilización consciente y libre de una red que garantiza impunidad total a quien ataca e incluso llama a la desobediencia civil como lo hizo cuando se entregó a las autoridades la ex jefe de inteligencia de su gobierno, María del Pilar Hurtado para responder por la interceptación de comunicaciones a magistrados, periodistas y políticos de oposición.
La responsabilidad es nuestra que ponemos nuestras antenas al servicio de su posición, autista. Uribe ha encontrado en twitter su arma más eficaz porque le garantiza la conversación directa que él privilegia, con la que se siente cómodo, que es la conversación consigo mismo o con quienes están solo de acuerdo con sus posiciones. Qué bueno sería que su protagonismo ayudará a construir debates en pro de la democracia.

Las redes son medios de comunicación entre los ciudadanos. Y a veces entre troles pagados. El papel del periodista es saber qué es relevante, que no lo es, contextualizar, desconfiar, investigar y especialmente no dejarnos poner la agenda de los trending topics.

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