Sobre las 7:00 am el
general Palomino y su esposa Eva llegaron al parqueadero norte de la sede de la
Policía, ubicada en el corazón del Centro Administrativo Nacional, CAN.
Subió al ascensor, marcó
el cuarto piso y se dirigió a su oficina, ubicada en la esquina del extremo
norte. Uno de sus auxiliares le llevó el refresco que toma cada mañana.
Generalmente es un jugo que en ocasiones alterna con una bebida caliente. Le
pidió unos documentos a su secretario privado, un teniente coronel. También
revisó los informes de lucha contra la criminalidad que la oficina de
comunicaciones había alistado para una supuesta rueda de prensa sobre el
balance de la lucha contra la criminalidad.
Su semblante no permitía
anticipar el anuncio que estaba por hacer. Tampoco el de su esposa Eva, no era
inusual verla llegar a la sede de la Policía acompañando a su marido.
Después de unos minutos
subió al salón Santander, ubicado en el quinto piso del edificio, donde lo
esperaban 31 generales.
Ante ellos ratificó su
orgullo por el trabajo que realizan desde sus cargos, les pidió seguir
fortaleciendo esa fuerza de mando y los invitó a que lo acompañaran a hacer un
anuncio de importancia para el país.
El general Palomino bajó a
su oficina a buscar a su esposa y junto a ella y el cuerpo de generales y otros
oficiales se dirigió al primer piso, al patio central, donde lo esperaban
cámaras de televisión, micrófonos de radio y corresponsales de la prensa nacional
y extranjera. Junto a él también estaban sus hijos Juan Sebastián, José e Iván,
este último también acompañado por su esposa.
El general pronunció un
discurso de seis minutos en el que anunció el final de 38 años de carrera. La
noticia de su renuncia, aunque esperada por la opinión pública, sorprendió a
los miembros de la institución quienes hasta ese momento creían que Palomino se
iba a defender desde su cargo como lo había anunciado el día anterior.
Al término de su
intervención, y sin aceptar preguntas de la prensa, el general Palomino abrazó
a su familia, se despidió de abrazo de algunos de sus hombres y regresó a su
oficina.
En el amplio salón sostuvo
una reunión de más de diez minutos con su sucesor, el general Jorge Hernando
Nieto Rojas, quien hasta hoy se desempeñaba como subdirector de la Policía.
Para ese momento el Gobierno todavía no había hecho oficial el cambio que
tendría la cúpula de la institución.
El resto del día el
general Palomino lo ha dedicado a recoger sus pertenencias y a dejar al día los
documentos que requerían de su firma y alistar los informes del empalme para el
nuevo director de la institución.
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