miércoles, 17 de febrero de 2016

General Rodolfo Palomino crónica de una renuncia anunciada

Sobre las 7:00 am el general Palomino y su esposa Eva llegaron al parqueadero norte de la sede de la Policía, ubicada en el corazón del Centro Administrativo Nacional, CAN.

Subió al ascensor, marcó el cuarto piso y se dirigió a su oficina, ubicada en la esquina del extremo norte. Uno de sus auxiliares le llevó el refresco que toma cada mañana. Generalmente es un jugo que en ocasiones alterna con una bebida caliente. Le pidió unos documentos a su secretario privado, un teniente coronel. También revisó los informes de lucha contra la criminalidad que la oficina de comunicaciones había alistado para una supuesta rueda de prensa sobre el balance de la lucha contra la criminalidad.

Su semblante no permitía anticipar el anuncio que estaba por hacer. Tampoco el de su esposa Eva, no era inusual verla llegar a la sede de la Policía acompañando a su marido.

Después de unos minutos subió al salón Santander, ubicado en el quinto piso del edificio, donde lo esperaban 31 generales.

Ante ellos ratificó su orgullo por el trabajo que realizan desde sus cargos, les pidió seguir fortaleciendo esa fuerza de mando y los invitó a que lo acompañaran a hacer un anuncio de importancia para el país.

El general Palomino bajó a su oficina a buscar a su esposa y junto a ella y el cuerpo de generales y otros oficiales se dirigió al primer piso, al patio central, donde lo esperaban cámaras de televisión, micrófonos de radio y corresponsales de la prensa nacional y extranjera. Junto a él también estaban sus hijos Juan Sebastián, José e Iván, este último también acompañado por su esposa.

El general pronunció un discurso de seis minutos en el que anunció el final de 38 años de carrera. La noticia de su renuncia, aunque esperada por la opinión pública, sorprendió a los miembros de la institución quienes hasta ese momento creían que Palomino se iba a defender desde su cargo como lo había anunciado el día anterior.

Al término de su intervención, y sin aceptar preguntas de la prensa, el general Palomino abrazó a su familia, se despidió de abrazo de algunos de sus hombres y regresó a su oficina.

En el amplio salón sostuvo una reunión de más de diez minutos con su sucesor, el general Jorge Hernando Nieto Rojas, quien hasta hoy se desempeñaba como subdirector de la Policía. Para ese momento el Gobierno todavía no había hecho oficial el cambio que tendría la cúpula de la institución.


El resto del día el general Palomino lo ha dedicado a recoger sus pertenencias y a dejar al día los documentos que requerían de su firma y alistar los informes del empalme para el nuevo director de la institución.

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