Un recuento de las acciones reprochables y
discutidas del DT, a lo largo de 46 años de carrera.
Es un padre
autoritario, o por lo menos así se comporta Fernando ‘Pecoso’ Castro, el
técnico del Deportivo Cali. Muestra de ello fue en la pasada noche del
miércoles, en Barranquilla, durante el juego en el que él y su equipo vencieron
1-2 a Uniautónoma, en la tercera fecha de la Liga.
‘Pecoso’, que
ese día cumplió 66 años, protagonizó un hecho particular en los minutos finales
del partido. Todo se originó cuando el volante del Cali Juan Carlos Guazá quedó
tendido en el terreno tras un choque con un rival.
‘Pecoso’, desesperado, pidió a los
voluntarios de la Cruz Roja que ingresaran al campo, pero estos le dijeron que
debían ser autorizados por el central, Nicolás Gallo. De inmediato, ‘Pecoso’
reaccionó con furia, agarró la camilla y la lanzó a la gramilla.
Finalmente,
Guazá fue atendido y, antes de reanudarse las acciones, Gallo expulsó a Castro.
En la rueda de
prensa, Castro explicó lo sucedido, reconociendo que el árbitro tenía la razón,
pero que él se preocupó cuando escuchó decir a Guazá que se había fracturado.
“Guazá gritaba
‘me fracturé, me fracturé’. No era una excusa para quemar tiempo, lo que quería
era que auxiliaran al jugador. ¿O es que tiene que estar muerto para que lo
atiendan? Yo no sé cómo responden estos señores (personal de apoyo de la Cruz
Roja) ante un accidente”, afirmó Castro.
Este es el
show más reciente (seguramente no el último) del ‘Pecoso’, que, como jugador y
entrenador en 46 años de carrera, ha sido un personaje impulsivo, escandaloso y
no santo. Incluso, ha llegado a violar las normas del fútbol y del juego
limpio, por lo que lo han suspendido y multado muchas veces.
Como le
sucedió en la Copa Libertadores del 2003, cuando el DT dirigía al América y se
enfrentó en los cuartos de final al River Plate. El partido iba 3-1 y los
colombianos avanzaban, pero los argentinos apretaban y fue ahí cuando ‘Pecoso’
le haló el pelo a Claudio Husaín. Finalmente los ‘rojos’ ganaron 4-1.
¿Es duro? Sí,
pero no como un sargento del ejército, sino como el papá exigente que quiere
que sus hijos sigan una línea estricta. A veces su temperamento explosivo se
malentiende, a veces lo lleva a cometer excesos.
Es implacable
en el castigo, como el papá que les quita el dinero de la semana cuando se
portan mal. A ‘Pecoso’ no le tiembla la mano para ordenar a los jugadores a
pedir su liquidación. Todo, si no cumplen.
Esa autoridad
que demuestra parece ser un arrepentimiento de todas las acciones que hizo como
jugador. En 1977 llegó al Cali después de jugar en el Caldas. Se encontró con
el que sería uno de sus grandes maestros como técnico: el argentino Carlos
Bilardo. De él aprendió el rigor del director técnico. Bilardo le pasaba en un
papel todas las características del rival: cómo jugaba, cómo lo iban a
marcar... También aprendió mañas y trampas. Bilardo, fiel alumno de la escuela
de Estudiantes de La Plata, le enseñó timos que ellos aplicaban, como pinchar a
los rivales con alfileres o tirarse al piso para simular lesiones.
Mañas y trampas
En ese año,
Cali se enfrentó a Boca Juniors en la semifinal de la Copa Libertadores. En el
equipo ‘xeneize’ estaba Ernesto Mastrángelo, un peligroso puntero derecho.
Además de golpear (porque pegaba), Castro le puso Vick Vaporub en los ojos.
Mastrángelo salió lesionado...
“Yo no les
dije nada. A veces los jugadores hacen cosas que el técnico no sabe. ¿O vos te
crees que en aquel Estudiantes todo lo que hacíamos en la cancha era orden de
Zubeldía? No, él indicaba el estilo de juego, pero lo demás corría por cuenta
nuestra”, explicó Bilardo en ese entonces.
En otro juego,
un puntero izquierdo le estaba haciendo pasar trabajos. ‘Pecoso’ se quitó una
canillera y la tiró al piso. Luego comenzó a gritarle a Gilberto ‘Mecato’
Aristizábal, que era el árbitro: “¡‘Mecato’: un cuerpo extraño, un cuerpo
extraño...!”. Sin saber si reírse o pegarle, el juez le sacó la tarjeta
amarilla...
Pero no es la
única situación que ha tenido. En 1999, cuando llegó a Santa Fe, sentó a los
directivos y les puso a hacer su nómina. Al final les dijo: “Esta es la última
vez que hacen la titular; el técnico soy yo”, dijo en aquella ocasión.
Y el año
pasado, cuando dirigía al Huila, tras un 0-0 con Santa Fe, en Bogotá dijo: “Que
mañana y tarde ya no se trabaja. ¿Los bancos trabajan solo por la noche no más?
No; trabajan día y noche. Los periodistas trabajan día y noche. El ser humano
trabaja día y noche. ¿El fútbol no trabaja así? Para mí el fútbol es una
profesión sagrada, hay que respetarla. Yo puedo planificar un entrenamiento en
la mañana, pero se me llenan los moteles y se acaban el ron y el aguardiente en
Neiva”, expresó.
El técnico
Pegaba y era
mañoso, pero a Castro le alcanzó para llegar a la Selección de la mano de
Bilardo. Era muy parecido a Gerardo Bedoya: buen marcador, sin mucha salida.
Avanzaba hasta la mitad de la cancha y de ahí tiraba el centro, recordaba su
compañero William Ospina. Luego estuvo en Santa Fe y colgó los guayos en el
Quindío (1986).
Una tarde de
febrero de 1987, el Quindío entrenaba tranquilamente en el recién inaugurado
estadio Centenario. De pronto, el técnico argentino Norberto Claudio Bautista
se llevó las manos al pecho. Murió en la cancha de un infarto fulminante. Los
directivos llamaron al ‘Pecoso’ para reemplazarlo.
Desde
entonces, Castro vive los partidos y los entrenamientos al borde del infarto.
Una vez se le fue la mano. Fue en un entrenamiento del Cali, en el año 96. Los
jugadores no le hacían caso. Pecoso se tiró al piso y puso su mano derecha en
el pecho, sobre el corazón. Los jugadores comenzaron a rodearlo e incluso ya
estaban pidiendo una ambulancia. Castro se puso de pie y les dijo: “¿Si ven lo
que me puede pasar si ustedes no me hacen caso?”.
Dicen que en
eso se parece mucho a Bilardo, que veía los partidos en condiciones muy
cercanas a la epilepsia, incluso insultándose a sí mismo.
Es regañón,
pero al fin y al cabo sigue siendo un padre para sus jugadores. Por pelear los
sueldos para ellos se tuvo que ir del Medellín. Siempre les entregó todo el
reconocimiento a los futbolistas, como la tarde del 14 de julio del 96, cuando
el Cali salió campeón después de 21 años. Su único título como DT. Él estaba
suspendido y vio el partido en la tribuna. Cuando se acabó, le abrieron una
puerta y saltó a la pista atlética. Cuando los periodistas le cayeron encima,
gritó: “Vayan con los muchachos que ellos fueron los que ganaron”.
Genio y
figura, hasta la sepultura. Ahora hizo una que le faltaba: ‘Pecoso’ tiró una
camilla al campo.

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