Cola de caballo hasta la
espalda, barba al estilo candado, piel morena y facha deportiva. Sudadera, tenis
y sonrisa infatigable. Ese es el aspecto de Alexander Rubio, un profesor de
educación física que imparte clases en Ciudad Bolívar, sur de Bogotá, y quien
fue nominado al World Teacher Prize, tal vez el más prestigioso premio de
educación internacional.
Su metodología se basa en
el yoga y el entendimiento del cuerpo para formar estudiantes respetuosos,
conscientes de su estado físico-mental y buenos ciudadanos.
Este bogotano de 42 años,
que entró por concurso de méritos al sistema distrital de educación en 1999, ha
roto varios récords con sus alumnos y espera que el próximo 18 de marzo, en
Dubái, los jurados pronuncien su nombre como ganador. Le entregarían un millón
de dólares.
En la Institución
Educativa Rodrigo Lara Bonilla, donde siempre ha trabajado, cuenta cómo fue el
proceso que lo llevó a obtener semejante reconocimiento: quedar entre los 50
finalistas de 20.000 prenominados que se postularon, provenientes de 179
países.
Un comité final de
evaluación, enviado por la Varkey Foundation de Inglaterra (organizadora del
galardón), lo visitará durante este mes, en el colegio, para tomar las últimas
impresiones de su trabajo.
¿Qué acciones lo llevaron
a la nominación?
Mi propuesta se basa en
técnicas somáticas, en la corporeidad. Se integran trabajos de relaciones entre
los estudiantes y de autoconciencia, a través del yoga, la expresión corporal y
la percusión corporal. Todo esto favorece la ciudadanía y la convivencia porque
desde el cuerpo se generan cambios sociales, logrando que los muchachos salgan
de paradigmas de violencia y se reconozcan por trabajos positivos.
Se han desarrollado
resultados bien importantes, sobre todo desde hace 10 años, cuando se
implementaron las técnicas. El impacto social ha sido positivo, teniendo en
cuenta que en el colegio trabajamos con todo tipo de poblaciones, incluyendo
desplazados.
Más concretamente, ¿cómo
desarrolla su enseñanza?
Cuando se hace, el taller
completo va con reflexión inicial, enseñanza de las asanas (posiciones de
yoga), en las que, por ejemplo, si se dice que vamos a mantener una posición de
árbol en equilibrio, significa que el equilibrio no es solo físico, sino
emocional; ejercicios de respiración y conciencia. Hay que recordar que el yoga
es una acción dinámica que implica un esfuerzo corporal. Esto se convierte,
para los muchachos, en una postura frente a la vida, porque cuando me hago
dueño de mí y soy capaz de respetar al otro, elimino las barreras y el
conflicto. Es un camino para desarmarlos.
Luego hacemos la percusión
corporal, que es entrar en contacto con el cuerpo del otro, de manera
respetuosa: son pequeños y afectivos golpes de percusión (palmadas) que se
aplican en brazos, piernas y hombros propios o del otro. Se establece una
relación con el semejante, en la que se genera un cuidado del otro, con
inteligencias musical, espacial e interpesonal.
¿Y en su colegio han
acogido este método?
Algo muy valioso es que
logramos institucionalizar, en las clases de educación física y educación artística,
mínimo de 10 a 15 minutos de este trabajo. Esto les irradia la vida y los hace
mejores seres humanos.
Sus técnicas alternativas
ya trascendieron fronteras...
Sí, en el 2012 conseguimos
hacer el récord nacional de yoga, con 1.200 estudiantes. En el 2014, gracias a
la iniciativa Incitar de la Secretaría de Educación, logramos hacer un récord
Guinness de más personas entrelazadas, 1.040, haciendo percusión en el cuerpo
del otro (mientras sonaba una cumbia). En el 2015 hicimos una clase de yoga con
2.200 estudiantes del Rodrigo Lara Bonilla y otras instituciones educativas. Y
en noviembre del año pasado rompimos el récord Guinness de la clase de yoga más
larga del mundo, con 36 horas seguidas y 13 participantes hasta el final
(también hubo participación de estudiantes de las universidades Pedagógica y
Distrital); solo falta que nos llegue el certificado, porque los registros ya
están.
¿Y dónde aprendió todo lo
que les enseña a los muchachos?
Soy licenciado en
Educación Física y tengo maestrías en Docencia de la Universidad Central de
Chile y en Danzas, en México (entre otras). Además, desde 1989 estoy vinculado
al karate, disciplina de la cual soy cinturón negro, del Club Cóndor. También
tengo certificado internacional de práctica de yoga.
Del 16 al 19 de marzo
estará en Dubái, en el encuentro donde se entregará el premio. ¿Qué
expectativas tiene?
Estar entre los 50 mejores
del mundo es un estímulo para todos los docentes que están en las regiones de
Colombia, porque me mencionan a mí, pero es un reconocimiento también a todos
los profes colombianos que hacen su labor en regiones apartadas.
Si ganamos, quiero ir a
todas las regiones del país para capacitar a los docentes y mostrarles que esta
es una alternativa, no impuesta, que se puede aprovechar para construir y hacer
que la gente trascienda. Me encantaría hacer mucho material didáctico para que
otros puedan conocer la propuesta que estamos desarrollando.
¿Y cómo ve la competencia?
Uno se compara y ve que
muchos de los nominados, de países desarrollados, hacen su trabajo con grupos
personalizados de 10 o 15 estudiantes; en cambio, aquí la realidad es otra, se
trabaja con 40 o 45 estudiantes, y a uno le toca hacer milagros. Llegar a Dubái
a posicionar la educación colombiana ya es un mérito.
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