miércoles, 25 de enero de 2017

Un profesor bogotano, reconocido entre los 50 mejores del mundo

Cola de caballo hasta la espalda, barba al estilo candado, piel morena y facha deportiva. Sudadera, tenis y sonrisa infatigable. Ese es el aspecto de Alexander Rubio, un profesor de educación física que imparte clases en Ciudad Bolívar, sur de Bogotá, y quien fue nominado al World Teacher Prize, tal vez el más prestigioso premio de educación internacional.

Su metodología se basa en el yoga y el entendimiento del cuerpo para formar estudiantes respetuosos, conscientes de su estado físico-mental y buenos ciudadanos.

Este bogotano de 42 años, que entró por concurso de méritos al sistema distrital de educación en 1999, ha roto varios récords con sus alumnos y espera que el próximo 18 de marzo, en Dubái, los jurados pronuncien su nombre como ganador. Le entregarían un millón de dólares.

En la Institución Educativa Rodrigo Lara Bonilla, donde siempre ha trabajado, cuenta cómo fue el proceso que lo llevó a obtener semejante reconocimiento: quedar entre los 50 finalistas de 20.000 prenominados que se postularon, provenientes de 179 países.

Un comité final de evaluación, enviado por la Varkey Foundation de Inglaterra (organizadora del galardón), lo visitará durante este mes, en el colegio, para tomar las últimas impresiones de su trabajo.

¿Qué acciones lo llevaron a la nominación?

Mi propuesta se basa en técnicas somáticas, en la corporeidad. Se integran trabajos de relaciones entre los estudiantes y de autoconciencia, a través del yoga, la expresión corporal y la percusión corporal. Todo esto favorece la ciudadanía y la convivencia porque desde el cuerpo se generan cambios sociales, logrando que los muchachos salgan de paradigmas de violencia y se reconozcan por trabajos positivos.

Se han desarrollado resultados bien importantes, sobre todo desde hace 10 años, cuando se implementaron las técnicas. El impacto social ha sido positivo, teniendo en cuenta que en el colegio trabajamos con todo tipo de poblaciones, incluyendo desplazados.

Más concretamente, ¿cómo desarrolla su enseñanza?

Cuando se hace, el taller completo va con reflexión inicial, enseñanza de las asanas (posiciones de yoga), en las que, por ejemplo, si se dice que vamos a mantener una posición de árbol en equilibrio, significa que el equilibrio no es solo físico, sino emocional; ejercicios de respiración y conciencia. Hay que recordar que el yoga es una acción dinámica que implica un esfuerzo corporal. Esto se convierte, para los muchachos, en una postura frente a la vida, porque cuando me hago dueño de mí y soy capaz de respetar al otro, elimino las barreras y el conflicto. Es un camino para desarmarlos.

Luego hacemos la percusión corporal, que es entrar en contacto con el cuerpo del otro, de manera respetuosa: son pequeños y afectivos golpes de percusión (palmadas) que se aplican en brazos, piernas y hombros propios o del otro. Se establece una relación con el semejante, en la que se genera un cuidado del otro, con inteligencias musical, espacial e interpesonal.

¿Y en su colegio han acogido este método?

Algo muy valioso es que logramos institucionalizar, en las clases de educación física y educación artística, mínimo de 10 a 15 minutos de este trabajo. Esto les irradia la vida y los hace mejores seres humanos.

Sus técnicas alternativas ya trascendieron fronteras...

Sí, en el 2012 conseguimos hacer el récord nacional de yoga, con 1.200 estudiantes. En el 2014, gracias a la iniciativa Incitar de la Secretaría de Educación, logramos hacer un récord Guinness de más personas entrelazadas, 1.040, haciendo percusión en el cuerpo del otro (mientras sonaba una cumbia). En el 2015 hicimos una clase de yoga con 2.200 estudiantes del Rodrigo Lara Bonilla y otras instituciones educativas. Y en noviembre del año pasado rompimos el récord Guinness de la clase de yoga más larga del mundo, con 36 horas seguidas y 13 participantes hasta el final (también hubo participación de estudiantes de las universidades Pedagógica y Distrital); solo falta que nos llegue el certificado, porque los registros ya están.

¿Y dónde aprendió todo lo que les enseña a los muchachos?

Soy licenciado en Educación Física y tengo maestrías en Docencia de la Universidad Central de Chile y en Danzas, en México (entre otras). Además, desde 1989 estoy vinculado al karate, disciplina de la cual soy cinturón negro, del Club Cóndor. También tengo certificado internacional de práctica de yoga.

Del 16 al 19 de marzo estará en Dubái, en el encuentro donde se entregará el premio. ¿Qué expectativas tiene?

Estar entre los 50 mejores del mundo es un estímulo para todos los docentes que están en las regiones de Colombia, porque me mencionan a mí, pero es un reconocimiento también a todos los profes colombianos que hacen su labor en regiones apartadas.

Si ganamos, quiero ir a todas las regiones del país para capacitar a los docentes y mostrarles que esta es una alternativa, no impuesta, que se puede aprovechar para construir y hacer que la gente trascienda. Me encantaría hacer mucho material didáctico para que otros puedan conocer la propuesta que estamos desarrollando.

¿Y cómo ve la competencia?


Uno se compara y ve que muchos de los nominados, de países desarrollados, hacen su trabajo con grupos personalizados de 10 o 15 estudiantes; en cambio, aquí la realidad es otra, se trabaja con 40 o 45 estudiantes, y a uno le toca hacer milagros. Llegar a Dubái a posicionar la educación colombiana ya es un mérito.

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