Alemania celebra hoy el 25
aniversario de la noche en que cayó el muro de Berlín, un momento crucial en el
final del comunismo y el inicio de la aparición del país como la principal
potencia en el corazón de Europa.
Una cadena de globos
iluminados de 15 kilómetros a lo largo de la antigua frontera entre las dos
alemanias se soltarán en la madrugada del domingo, a la misma hora que, el 9 de
noviembre de 1989, el confuso anuncio de un alto cargo comunista desencadenó
una serie de acontecimientos que derribaron el símbolo más potente de la Guerra
Fría.
La apertura de la
fortificada frontera de Alemania del Este culminó meses de efervescencia que
guiaron la elección del primer ministro postcomunista de Polonia y la apertura
de la valla fronteriza de Hungría. El liderazgo de línea dura de Berlín
oriental se enfrentaba a la creciente presión de protestas multitudinarias y al
éxodo de ciudadanos a través de otros países comunistas.
La caída del Muro, que
dividió la ciudad durante 28 años, fue “un punto de no retorno (...) a partir de ahí, las cosas se encaminaron
hacia un nuevo orden mundial”, dijo Axel Klausmeier, director del principal
monumento al Muro de la ciudad.
La canciller Ángela
Merkel, que creció en Alemania oriental, inaugurará el domingo un museo en la
zona donde está una de las pocas secciones del Muro que se mantienen.
Merkel -de 60 años y que
entonces era una físico que entraba en política a medida que caía el comunismo-
recuerda la sensación de estar atrapada detrás de la frontera que separaba a
las dos alemanias.
“Incluso hoy en día,
cuando paso a través de la puerta de Brandemburgo, hay un sentimiento residual
porque eso no era posible durante muchos años de mi vida y tuve que esperar 35
años para tener este sensación de libertad”, dijo Merkel la semana pasada.
“Esto cambió mi vida”.
La futura canciller estaba
entre las miles de personas que pasaron al lado occidental de la ciudad horas
después de que el portavoz del Politburó gobernante, Guenter Schabowski,
anunciase en una conferencia de prensa televisada que se permitiría que los
alemanes del este viajasen a Alemania y a Berlín Occidental.
Presionado sobre cuándo
entraría en vigor la medida, Schabowski pareció dubitativo pero dijo: “Que yo
sepa, esto es inmediato, sin demora”. Pronto, medios occidentales informaban de
que Alemania de Este estaba abriendo su frontera y los berlineses que vivían
allí se agolpaban para cruzar por primera vez al otro lado.
Los guardias fronterizos
no habían recibido órdenes de dejar pasar a nadie pero se dieron por vencidos
al intentar hacer retroceder a la multitud. Para medianoche, todos puestos de
paso entre los dos lados de la ciudad estaban abiertos.
Egon Krenz, que en ese
momento lideraba Alemania del Este, dijo más tarde que el plan era permitir los
viajes solo la mañana siguiente, para que los ciudadanos pudiesen hacer cola
debidamente para obtener sus visados, pero los gobernantes perdieron el control
de la frontera y Alemania se situó pronto en el camino a la reunificación, que
se cerró menos de un año más tarde, el 3 de octubre de 1990.
Desde entonces se han
destinado entre 1,5 y 2 billones de euros (entre 1,9 y 2,5 billones de dólares)
a la reconstrucción de lo que una vez fueron las ruinas del este del país.
Aunque muchas cosas han cambiado, todavía persisten algunas desigualdades.
Los salarios y las
pensiones siguen siendo todavía más bajos y el desempleo más alto en el este
que en el oeste. Muchas zonas orientales vieron como su población caía ya que
la gente se machaba al lado occidental por trabajo, algo que solo ahora parece
dar signos de cambiar.
Existen también
diferencias culturales: hay una mayor proporción de niños en guarderías en el
este, un legado de la época comunista y el Partido de Izquierda de la oposición
-que procede en parte de los gobernantes comunistas sigue teniendo fuerza allí.
Sin embargo, el gran paso
hacia la verdadera unificación se ve en los puestos de liderazgo del país: no
solo Merkel procede de Alemania del Este, también es de allí el presidente del
país, Joachim Gauck, un ex pastor protestante y activista en favor de la democracia.
Los alemanes de hoy pueden
estar agradecidos de tener una vida y unas oportunidades, dijo Gauck, “con las
que un sinfín de personas en todo el mundo solo pueden soñar y desear”.
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