miércoles, 1 de junio de 2016

Comerciantes de La Parada aburridos por el cierre de frontera

La frontera más activa de América Latina es hoy la más aburrida del continente. Así lo refieren los pocos comerciantes y personas que viven en La Parada, Villa del Rosario.

La Opinión visitó el lunes festivo el sector y lo único que encontró fue desesperación entre las personas que viven allí, pues de la frontera activa que algún día conocieron ya no queda ni la sombra.

El sitio es silencioso, en comparación con años atrás, y todo parece moverse muy lentamente.

De 23 casetas instaladas en el separador, quedan menos de 10 cambistas, que hacen aletear un fajo de billetes venezolanos con los cuales tratan de llamar la atención de sus clientes y le sirve a la vez para refrescarse.

El sol pega directo sobre el asfalto de una carretera que ya nadie usa. Los viejos Ford, Chevrolet, Dodge en sus modelos Malibú y Caprice, entre otros, se ven aparcados, oxidándose, pues son máquinas que consumen mucho combustible.

Gilma López, quien se sienta en una silla alta de mimbre, es una de las cambistas que se resisten a salir de La Parada. Tiene un fajo de billetes de 100 bolívares (BSF) y en un bolso cuantos unos miles de pesos.

“No queremos irnos porque estamos seguros de que en cualquier momento abren la frontera, dice la gente de acá”, comenta. “Por ahora es aburrido, pero igual pasa gente que va a Venezuela y vuelve de allá con bolívares y estamos a la espera de qué pasa, pero quedamos poquitos”.

El mototaxista Henry Silva, quien se sitúa a unos metros del puesto de mando de la Dian, recuerda que hace 8 meses había 300 mototaxistas de empresas colombianas y venezolanas y que el parque automotor se redujo a 10. Diariamente no saca más de 12 mil pesos en carreras, asegura.

Otro de los aburridos es Ricardo Rueda, dueño de un hotel en plena frontera quien ahora vende almuerzos de 3 mil pesos para combatir la escasez de viajeros. Precisa que tuvo que reducirle cosas al menú, con tal de vender.


La ocupación solo es de 20 por ciento. El comercio del sector sobrevive de los 2.500 personas que cruzan a diario la frontera.

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