El 20 de agosto, jueves,
el paso por los puentes Bolívar, Santander y Unión amaneció cerrado. La
comunicación entre San Antonio, Ureña y Boca de Grita con La Parada, El Escobal
y Puerto Santander, interrumpida. La frontera de Venezuela con Colombia empezaba
a cambiar desde Táchira. Un mes después, y en la víspera de la primera reunión
presidencial Maduro-Santos, la medida unilateral de Miraflores continúa en
vigor.
En San Cristóbal, capital
de un estado fronterizo, también se siente el cierre binacional más largo de la
historia contemporánea. Surtir combustible sin hacer cola es un sueño hecho
realidad, las páginas de sucesos ya no hablan tanto de homicidios y algunos
servicios se descongestionaron, aunque las colas por productos regulados no
desaparecen.
El cierre también enseña
esta otra cara: ante la escasez de productos y materiales, harto conocida en
Venezuela y entendida por el Gobierno como una guerra económica, comerciantes y
profesionales optaban por adquirirlos en Cúcuta. Como ese grifo se cerró, un
mes después los protagonistas relatan las consecuencias.
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